viernes, 8 de noviembre de 2019

LOS CATALANES DE MIGUEL PRIMO DE RIVERA:

LOS CATALANES DE PRIMO DE RIVERA:
A principios del siglo XX, algunas partes del territorio español se encontraban envueltas en el caos. En la región catalana los incidentes protagonizados por grupos anarquistas eran diarios. Tanto fue así, que un capitán general, llamado Miguel Primo de Rivera comenzó a gestar un golpe de estado. El apoyo de muchos catalanes y del rey Alfonso fue el impulso final que necesitó para iniciar su dictadura. El primer principio que perseguía el dictador y que llevó a cabo fue librar a España de los "profesionales de la política". Miguel Primo de Rivera tuvo en su gobierno a personas de lo más curiosas: Largo Caballero (socialista), Calvo Sotelo...
Un tiempo después, la dictadura comenzó a flaquear y los grupos políticos comenzaron a aparecer de nuevo y a darle problemas. Debido a esto, a su mala gestión y a la presión ejercida por el rey que lo había encumbrado, no tuvo más remedio que abdicar y marchar al exilio. Murió muy poco después... Posteriormente, se estableció otro gobierno que pasaría a la Historia con el nombre de la "dictablanda". 

Novela EL SILENCIO DE LA ENCINA

Hola,amigos y amigas esta es mi última obra y os dejo el inicio, por si os interesa leerla. Está en venta en Amazon Kindle. Un abrazo a tod@s


PREFACIO:



Una mujer, con una sudadera y unas zapatillas deportivas, caminaba con paso firme, por un largo pasillo, acompañada de una auxiliar de geriatría. La joven trabajadora de la residencia de ancianos, tras abrir una puerta, le indicó con el brazo a un hombre. Este se encontraba, de espaldas, sentado en un sillón, mirando a través de una ventana.
  En el exterior, la lluvia empezó a convertirse en aguanieve y los copos se fueron materializando en el aire, en medio de una singular danza. Alguno de ellos se desviaba y acababa chocando, débilmente, contra la ventana, para después convertirse en gotas de agua que terminaban deslizándose por el cristal.                
  — Les dejo hablar tranquilos de sus asuntos, si necesitan algo, por favor, nos lo dicen. Será un placer ayudarles en lo que necesiten, para eso estamos — informó la joven, metiendo las manos en los bolsillos de su bata blanca.
  — Muchas gracias, guapa, eres muy amable — admitió con una sonrisa la recién llegada, mientras veía que la trabajadora se daba la vuelta para marcharse y continuar con sus obligaciones. A Sonia le agradaba aquella muchacha pues notaba que era muy buena persona y se sentía feliz y tranquila al saber que su padre era atendido por aquella chica.
  En ese momento, una voz surgió desde el sillón:
  — Sabía que no iba a tardar mucho en ponerse a nevar. La verdad es que era de esperar teniendo en cuenta que el sol está cayendo y eso hace que haga más frío. Hola, Sonia.
  — Hola, papá — la recién llegada se quitó la chaqueta, la dejó colgada en una percha, tomó una silla que puso junto al anciano y volvió a decir —. Tengo una noticia que darte.
  — Adelante, te escucho, hija.
  — No sé si te va a hacer mucha gracia lo que te voy a decir, pero para mí es algo muy importante.
  — A ver…, déjame adivinar, has conseguido una plaza de sargento en ese maldito pueblo, ¿verdad? Y vienes a intentar conseguir mi aprobación, para sentirte más tranquila con tu conciencia, ¿no es así?
  — ¿En serio tengo que contestarte? Yo creo que no lo necesitas, lo haces muy bien tú solo y además, has sido teniente de la Guardia Civil. La investigación ha formado parte de tu vida, durante mucho tiempo. Mira, papá, de verdad, no he venido hasta aquí a discutir contigo. Créeme.
 — No, no tienes que contestarme. Ya veo que te has pasado por el forro todo lo que te dije sobre aquel pueblucho de mala muerte. Bueno, por lo menos no puedes decir que no te he avisado. Al menos tengo ese consuelo — el interno sin dejar de mirar los copos, siguió diciendo —. Parece mentira con todo lo que sufrí… ¿No has aprendido la lección?
  — Quien parece que no la ha aprendido eres tú. Que eres incapaz de pasar página de una maldita vez y olvidar aquel suceso. Hiciste todo lo que pudiste y nadie te ha reprochado nunca nada, ¿qué más quieres? Tú mismo te impusiste el castigo de venir a vivir aquí… mientras que podías haberte quedado conmigo.
   — En una parte tienes razón, pero también tienes que comprender que no quería ser una carga para ti.
  — ¿Y aquí no lo eres? Me refiero a que en este lugar estás muy bien atendido, no tengo la menor duda, los trabajadores son encantadores, pero muchas veces me pregunto por tu estado emocional. Pienso que puedes estar mal y por no querer molestarme, te lo guardas para ti mismo y eso es mucho peor.
  Ante el silencio de su padre, Sonia volvió a tomar la palabra:
  — Quiero que vengas con nosotros a vivir a la nueva casa. Julián también lo desea, no para de decírmelo. Te lo digo de corazón, y estoy segura de que no serás ninguna carga. Eres mi padre…
  El anciano soltó una inesperada carcajada que, como siempre, no pilló desprevenida a Sonia y dijo:
  — Es increíble me has hecho reír, no puedo creerlo. Hacía tanto tiempo que no lo hacía, que llegué a pensar que no lo volvería a hacer, jamás. No conocía esa faceta tuya.
  — Pues que sepas que no es una broma. Estoy hablando muy en serio — Sonia comenzó a incomodarse con la ironía de su padre.
  —Es el mejor chiste que he oído en mi vida. Hija, nunca dejas de sorprenderme. Podrías dedicarte a hacer monólogos, seguro que ganarías más que de Guardia Civil y no te jugarías la vida, en cada servicio. Piénsalo, es otra opción y muy buena para poder comer.
  De pronto, el anciano, se dio la vuelta, cambió el gesto y dijo:
  — No creas que porque vayas allí vas a sacar algo en claro. De hecho, ya sabes todo lo que pasé y para nada. Lo único que conseguirás es ver como se te cierran todas las puertas, además, los verdaderos culpables continúan viviendo cómodos en sus grandes casas, con sus bonitos despachos y tranquilos sabiendo que no les va a pasar nada. Tienen mucho poder… y lo peor es que lo saben.
  — Sé a dónde quieres ir a parar, pero mi propósito no es ni mucho menos hacer una investigación por mi cuenta. Hemos decidido dejar la ciudad y Jaime y yo pensamos que ese pueblo es la mejor opción. Es el único lugar donde ofertan una plaza de sargento en esta comunidad. Hazme caso, no es por nada personal. Ha sido una decisión de los dos, no solo mía.
  — No puedo negarte, conociendo tu sinceridad, que me alegra mucho oírte decir eso. No sabes el peso que me quitas de encima, hija.
  Al cabo de unos segundos de un silencio que se hizo, para los dos, eterno, Sonia volvió a preguntar:
  — Entonces, ¿vendrás a vivir con nosotros?
  — No — fue la seca respuesta.
  — Tranquilo, no voy a molestarte más. Voy a sacarme un café de la máquina y ahora vuelvo, ¿quieres uno?
  Ante la negativa, la mujer salió de la estancia, mientras el anciano volvió a posar su mirada perdida en la ventana.
  Unos minutos después, Sonia volvió con su café y se sentó junto a su padre. Estuvieron un rato hablando y cuando el anciano parecía más animado, la guardia civil le volvió a preguntar:
  — ¿Te vendrás con nosotros a vivir?
  — Ya te he dicho que no. No sé cómo quieres que te lo diga.
  En ese instante, apareció la joven auxiliar e informó:
  — La cena ya está lista, si quiere puede ir ya a cenar — y dirigiéndose a Sonia, comunicó —. Usted no hace falta que se valla, puede quedarse si lo prefiere y hacerle compañía.
  — No, yo ya me voy. Volveré pasado mañana — dijo Sonia, cogiendo su chaqueta y volviendo a dejar la silla en su sitio.
  — Ahora mismo iré a cenar — informó el anciano.
  Las dos mujeres salieron al pasillo y la joven le dijo a Sonia con simpatía:
  — Es cabezota, ¿verdad?
  — No lo sabes tú bien.